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"La Hermandad Pitagórica" en las redes sociales, I


El blog de Ediciones Áltera. 29, Martes, Sep, 2015.

“La verdad duele. A Arquémaco, como a cualquiera, lo que realmente le duele es el tener que reconocer que no habías sido sincero contigo mismo”


Entrevista con Santiago Zaldívar, autor de ‘La Hermandad Pitagórica’.


¿Una novela que habla de Pitágoras y sus enseñanzas? Sí. Santiago Zaldívar es el autor de La hermandad Pitagórica, una novela que nos sumerge en el mundo de las enseñanzas de Pitágoras a través de una trama cuyo objetivo es la búsqueda de la verdad. ¿Cuál? Lee esta obra y después contesta a la pregunta porque, sin quererlo, puede que hayas encontrado tu propia verdad…

Santiago Zaldívar ejerció la docencia. Y eso se nota. También que domina el argumento y todo lo que rodea a La hermandad pitagórica. Su estilo a la hora de narrar esta novela y el conocimiento exacto de los hechos, de los personajes y las teorías manejadas en la obra se plasman en unas páginas que son una delicia a los ojos de cualquier lector. Como aperitivo, disfruta de esta entrevista mantenida con él días atrás, y después disfruta de su novela. No te arrepentirás.


Blog Áltera: No es muy habitual hablar de Pitágoras en los tiempos que corren, y menos novelar su filosofía ¿Por qué esta obra? ¿Qué te impulsó a escribirla?

Santiago Zaldívar: Como profesor de filosofía en un instituto, he tenido que explicar muchas veces teorías filosóficas del pasado, así que conocer el tipo de gente al que pudieron ir dirigidas y por qué siempre era importante para que mis alumnos me entendieran y se interesaran por ellas.

También aquí, pero esta vez a través de una trama novelesca y de sus personajes, me interesaba averiguar qué había tenido de particular el movimiento pitagórico para haber durado varios siglos y haber sido tan influyente en la antigüedad.


B.Á: No negarás que estos pitagóricos eran, digamos, especiales…

S.Z: Siempre me habían resultado curiosos estos pitagóricos. En realidad supusieron un original intento de ingeniería social, de modelar la sociedad desde la ciencia. Su concepción del universo se basaba en el carácter divino de los números y de su armonía, aplicable a la vida humana, y lograron conectar, a mi juicio, con un tipo de religiosidad popular de carácter más personal e intimista que se enfrentaba abiertamente a la religión oficial en aspectos fundamentales como era el del sacrificio ritual de animales.

Por otro lado me apetecía pensar que esta gente de hace unos dos mil quinientos años no eran tan diferentes de nosotros, o que nosotros no estamos tan lejos de ellos. Por ejemplo: yo, como otras muchas personas de mi generación, hemos sido educados en el catolicismo e incluso más de uno hemos vivido en una comunidad de tipo religioso que podría parecerse mucho a la pitagórica. En ambos casos había que guardar reglas muy estrictas, como por ejemplo la regla del silencio, a la que tanta importancia dieron ellos.

Luego sucede que en occidente, al menos, la religión ha dejado de ocupar un papel central en la sociedad y nos hemos hecho descreídos casi en masa y hemos ido tomando como referencia otros dioses o valores. Yo quería explorar en la novela cómo Arquémaco, el protagonista, se aparta de las creencias en las que fue educado y pone su ilusión en cosas como la filosofía o la literatura, aunque debido a su carácter acomodaticio o débil, las abandona para dedicarse exclusivamente la oficio de administrador, un trabajo nada estimulante para él que acaba por convertirlo en una especie de amargado y resentido.


B.Á: La novela relata la experiencia de Arquémaco, una persona educada en el pitagorismo mas estricto, que tras una serie de avatares de la vida decide preguntarse por la verdad del pitagorismo y también de su propia vida. ¿A qué se debe esa decisión?

S.Z: En efecto, Arquémaco ha sido educado en el pitagorismo, pero ya desde muy joven se vuelve descreído, un poco en la línea de lo que estaba ocurriendo en la filosofía y en general en la cultura de Atenas, donde él sueña con vivir y quizá hacer carrera, después de haber conocido en Olimpia a algunos intelectuales atenienses.

Después de haber escapado con vida de la destrucción de Tebas, marcha por fin a la Atenas de sus sueños y trabaja como administrador del Perípato contratado por Aristóteles. Pero Arquémaco nunca acaba de encontrar su sitio. Se casa confiando en que todo cambiará, pero tampoco en su casa las cosas marchan bien debido a que su mujer, ella sí una convencida pitagórica, intenta por todos los medios volverlo al redil de la Hermandad, lo que hace que ambos acaben chocando frontalmente, sobre todo en la cuestión de la educación de su hijo.

Pues bien, y contestando a la pregunta, el punto de inflexión, lo que le llevará a ese ajuste de cuentas con su vida y con las creencias en las que fue educado, es precisamente la trágica muerte del niño, una muerte de la que él se siente culpable. Ese es el punto de inflexión a partir del cual Arquémaco ya no será el mismo, lo que le hará aceptar el encargo de su mujer: seguir transmitiendo de generación en generación la historia de la primitiva Hermandad. Pero él decide ser muy crítico a la hora de contarla en una manuscrito, que es el que se supone que ha sido descubierto en la actualidad.


B.Á: Arquémaco busca la verdad de Pitágoras. ¿Por qué la verdad duele tanto cuando se encuentra?

S.Z: Mas que la verdad de Pitágoras, en la que el prácticamente ya no cree, lo que busca Arquémaco es responderse a sí mismo cuál es o cual fue la verdad del pitagorismo, es decir, qué fue realmente. Él recibe una antigua historia a través de su mujer y lo que quiere es construir a partir de ella un relato racional, verosímil, prescindiendo del misticismo y la superchería en la que ya desde el principio se había ido envolviendo la doctrina y la vida de los pitagóricos, por ejemplo cosas como que Pitágoras tenía un muslo de oro, o que un rio le habló cuando lo estaba cruzando.

Así que lo que nosotros recibimos en el papiro de Arquémaco no es la historia de la primitiva Hermandad tal y como venía contada por Aesara, sino ya expurgada, por así decirlo, por nuestro protagonista de todo elemento que no resulte verosímil. Y es que Arquémaco es ya un racionalista que no en vano ha vivido junto a Aristóteles. Éste no se andaba con misticismos. Cuando en el mismo día que se conocieron le preguntó Aristóteles por qué quería entrar en el Liceo, Arquémaco le respondió que andaba buscando la verdad. La respuesta de Aristóteles le dejó descolocado y, desde luego vacunado para los restos: “¿Has mirado debajo de la cama?”

Y sí, la verdad duele. A Arquémaco, como a cualquiera, lo que realmente le duele es el tener que reconocer que no habías sido sincero contigo mismo, en su caso el hecho de darse cuenta de que no había sido fiel a aquello para lo que él estaba llamado y que se había engañado a sí mismo escondiéndose tras un trabajo por el que todo el mundo lo reconocía y hasta apreciaba.


B.Á: Arquémaco es instruido en el Pitagorismo, pero lo que busca es la verdad del mensaje, su propósito original. ¿Por qué las creencias originales cambian tanto a lo largo del tiempo, incluso hasta perder su esencia primigenia, cuando su sentido sigue siendo el transmitido por su maestro creador?

S.Z: Esta es una pregunta interesante. Quizá se podría responder con la letra de aquella canción de Víctor Jara que decía: “Mi padre fue peón de hacienda y yo un revolucionario, mis hijos pusieron tienda, y mi nieto es funcionario…”.


B.Á: ¿Qué fuentes has utilizado para escribir La hermandad pitagórica? ¿De dónde viene este interés por las enseñanzas de Pitágoras?

S.Z: Aunque los grandes filósofos Platón y Aristóteles admiten la importancia de esta corriente, propiamente no hay datos históricos fiables sobre Pitágoras y el pitagorismo, entre otras razones por el secretismo que va unido a ella. Para empezar, los primeros escritos o fuentes de que disponemos sobre Pitágoras son de ocho siglos después: las biografías de Diógenes Laercio, Porfirio y Jámblico.

Por otro lado las informaciones sobre Pitágoras hay que ponerlas siempre entre paréntesis, ya que proceden de discípulos suyos para los cuales era un ser divino y por lo tanto suelen mitificarlo falseando la realidad.

Con esas reservas, se puede decir que hay unos cuantos datos que se dan por buenos ya que coinciden las noticias de diversa procedencia. Esos son los datos que yo he procurado respetar, aunque eso sí, encuadrándolos dentro de un relato que pudiera resultar verosímil, ya que no verdadero. Eso es lo que intenta hacer el protagonista de la novela al despojar la información recibida de elementos no racionales, y yo estoy de acuerdo con él.


B.Á: ¿Qué recomendarías al lector antes de leer La hermandad pitagórica?

S.Z: Que se deje llevar por el placer de la lectura y no tanto por el prejuicio de lo que deba ser o no una novela histórica. Por eso, por lo que he comentado antes de que los personajes que aparecen podemos verlos al mismo tiempo como un reflejo de nosotros mismos.

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