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El Gen


Siddhartha Mukherjee es profesor de Medicina en la Universidad de Columbia y oncólogo en su hospital universitario. Y por lo que aquí nos interesa, pertenece a ese tipo especial de científicos – pienso por ejemplo en Carl Sagan- que están dotados de una gracia y una energía especial para transmitir y divulgar bella y claramente lo que ellos saben. Ya lo hizo anteriormente en su libro tan leído El emperador de todos los males, o sea el cáncer, un auténtico bestseller por el que recibió el premio Pulitzer.


El gen – como también el libro que acabo de mencionar-, no es una novela. Pero se lee como una novela. En realidad podríamos considerarlo como una novela cuyo protagonista es precisamente el gen. Como otras entidades fundamentales de la ciencia, por ejemplo el átomo, el gen se ha hecho de rogar, aunque ha existido en la mente de los científicos mucho antes de hacer su aparición estelar como una entidad física identificable.

Pero no estamos hablando de un libro de divulgación científica al uso. Siddhartha sabe contar la historia del gen. Primero por su gran conocimiento de los hitos y de los personajes que han estado implicados históricamente en su descubrimiento ya desde la antigüedad. En segundo lugar, por la utilización de recursos dramáticos y autobiográficos con los que engancha al lector. Así no duda en utilizar casos de su propia familia para hablar sobre enfermedades y situaciones relacionadas con la herencia. O sea que nos explica los conceptos en caliente, por así decirlo, y no con la frialdad de un tradicional historiador de la ciencia. En tercer lugar, por la claridad y sencillez con la que logra exponer al lector no especialista conceptos y procedimientos científicos que son complejos.



Como ejemplo de lo que los avances científicos en Genética, y demás ciencias implicadas en le herencia, han supuesto para la humanidad, nos fijaremos en uno de esos hitos en el desarrollo histórico de la Genética que nuestro autor recoge en el libro, el de la hormona insulina. Boyer y su equipo de cientícos son los que consiguieron sintetizar insulina por medios químicos y, utilizando técnicas de ADN recombinante lograron clonarla en células bacterianas. De este modo estas últimas se convirtieron en fábricas de insulina y Boyer y su socio Swanson en multimillonarios. Se había terminado el anticuado y exasperante procedimiento mediante el cual hacían falta siete toneladas de páncreas de ternera y cerdo para obtener un solo kilogramo de insulina natural. La gran industria farmaceútica acababa de hacer su aparición: “El 14 de octubre de 1980 Genentech (la empresa creada por Swanson y Boyer) puso a la venta un millón de sus participaciones…Esta venta inicial figuraría entre los debuts más deslumbrantes de cualquier compañía tecnológica en la historia de Wall Street”.

Pero con los grandes avances también habían llegado los grandes problemas. Cuando se supo que el equipo de Berg pretendía crear por recombinación quimeras genéticas entre el virus SV40 (que causaba tumores en hamsters) y genes de E. Coli y posteriormente clonar dichos híbridos en células bacterianas, saltaron todas las alarmas por el posible riesgo para el hombre de tales experimentos. También se pensaba en los riesgos morales, y no solo biológicos, de la manipulación de los genes. Pesaba en las conciencias el fantasma de los experimentos pseudocientíficos del nazismo. Siddartha dedica un buen espacio de su libro a estos temas y a los esfuerzos que hizo o tuvo que hacer la comunidad científica para autorregularse y ponerse unos límites por el bien de la humanidad. Sobre todo a partir de algunos experimentos en humanos para curar enfermedades de tipo genético, que resultaron un fracaso y que demostraron que había que ir con pies de plomo en todo lo relacionado con la tecnología genética.

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