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Recuerdos de la guerra de España


Aunque para casi todo el mundo el Gran Hermano es, por supuesto, un conocido “reality show”, cualquier lector medianamente informado conocía ya de antes a ese personaje omnipresente, ese ojo que todo lo ve, de “1984”. En esa novela George Orwell vino a poner negro sobre blanco lo que es el totalitarismo, o sea, esa manera de pensar y de actuar que anula totalmente la libertad individual y la sacrifica en aras de entidades como la nación, la raza, el proletariado (o sea, en general el Estado). Sin duda Orwell pensaba en Stalin y en Hitler. De cualquier modo, la imagen del Gran Hermano controlándolo todo es el sueño dorado de cualquier dictadura pasada o presente. La novela de Orwell nos habla de una sociedad futura, casi cuarenta años posterior al momento en el que la escribió. En esta sociedad distópica, dominada por curiosas tecnologías audiovisuales, adivina él ya una manipulación de las conciencias mucho más perfeccionada y eficaz.


En el pequeño escrito de Orwell que ahora paso a comentar, “Recuerdos de la guerra de España”, de 1942, el joven izquierdista, que se apuntó como otros jóvenes de diversos países a las Brigadas Internacionales para luchar en España contra la amenaza que para las sociedades libres suponía el fascismo, tendría ocasión de comprobar por propia experiencia que también en las filas comunistas el totalitarismo asomaba la patita. Los millones de muertos de los que acabaron siendo responsables una y otra ideología así lo demuestran. De hecho Orwell es uno de los pocos intelectuales al que no le duelen prendas en criticar tanto el totalitarismo de derechas como el de izquierdas, y no otra cosa viene a significar su novela “1984”. Su espíritu crítico, tan alejado del que suele ser habitual, se pone de manifiesto en afirmaciones como la siguiente: ““Pero lo que me llamó mucho la atención por aquellas fechas, y sigue llamándomela desde entonces, es que los individuos se creen las atrocidades o no se las creen basándose única y exclusivamente en sus inclinaciones políticas. Todos se creen las atrocidades del enemigo y no dan crédito a las que se cuentan del bando propio, sin molestarse en analizar las pruebas.”


En otro lugar de este escrito Orwell afirma lo siguiente: “La teoría nazi niega en concreto que exista nada llamado «la verdad». Tampoco, por ejemplo, existe «la ciencia»: lo único que hay es «ciencia alemana», «ciencia judía», etcétera. El objetivo tácito de esa argumentación es un mundo de pesadilla en el que el jefe, o la camarilla gobernante, controla no sólo el futuro sino también el pasado. Si el jefe dice de tal o cual acontecimiento que no ha sucedido, pues no ha sucedido; si dice que dos y dos son cinco, dos y dos serán cinco. Esta perspectiva me asusta mucho más que las bombas, y después de las experiencias de los últimos años no es una conjetura hecha a tontas y a locas.” Éste párrafo me resultó curioso porque la afirmación referente al número cinco es la que ocho años después utilizará en su novela distópica para ejemplificar el supremo grado de anulación de la personalidad al que el totalitarismo pretende llegar con sus métodos. Allí se nos hace ver que (en el estado policíaco del toralitarismo) la persona debe ser torturada no hasta que confiese y admita que dos y dos son cinco, sino hasta que dicha persona esté convencida de que dos y dos son cinco. Sólo así podríamos hablar de un auténtico lavado de cerebro.



Pero bueno, independientemente de esa gran novela por la que es más conocido, digamos que en este pequeño escrito se dedica a ajustar cuentas con su propio país, el Reino Unido, y en general las democracias occidentales por no actuar a tiempo frente a la amenaza que ya en 1936 suponía el fascismo, y a dar su versión de lo que vino a significar la guerra de España en el contexto internacional. Su diagnóstico: “La verdad desnuda sobre la guerra es muy simple. La burguesía española vio la ocasión de aplastar la revolución obrera y la aprovechó, con ayuda de los nazis y de las fuerzas reaccionarias de todo el mundo.” Y ¿por qué se perdió la guerra?: “De todos modos, la guerra civil española puso de manifiesto que los nazis, a diferencia de sus oponentes, sabían lo que se traían entre manos. La guerra se libró a un nivel tecnológico bajo y su estrategia fundamental fue muy sencilla: el bando que tuviera armas, vencería. Los nazis y los italianos dieron armas a sus aliados españoles, mientras que las democracias occidentales y los rusos no hicieron lo propio con los que deberían haber sido sus aliados. Así pereció la República española… ”.


Para terminar, he de reconocer que este comentario es casi tan extenso como el librito del autor.

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